Esta es mi revolución,
llenar de amor mi sangre.
Empecemos por una verdad irrefutable: Bridget Jones no
existís. Tu vida amorosa tiene un final feliz. En el medio pasás algunas vergüenzas,
te enamorás un poco del equivocado, evidenciás tu caudal de amor acumulado como
agua de estanque, y pasado el tiempo suficiente de la dulce mentira, descubrís
que te engaña, o que ya estaba con otra, o que, o que… pero, Bridget, llevás tu
“sobrepeso” mejor que mi flácida delgadez, podés emborracharte y cantar desahogando
los fracasos de tres décadas consecutivas porque tenés trabajo; cambiás de
trabajo como de bombacha y tenés amigos rescatadores en momento, cuando menos,
polémicos.
Bridget, no te dejaron plantada, él, el destino, la señal
de celular. Y ahí, querida y reivindicada Bridget Jones, me hermano con Male Pichot en Cualca y su
consagrada frase “como le rallaría el auto”, limpiándose lágrimas negras de rímel
al pedo. Pobrecita.
Bridget te podemos pasar el trapo una y mil veces, porque
aparte no es lo mismo un fracaso amoroso en Londres, donde salís a caminar toda
abrigadita de suaves gorros de lana y bufandas coloridas, por las
calles nevadas, con un río de fondo, donde es obvio que en esa caminata te vas
a chocar con él, el verdadero, a un fracaso amoroso en La Matanza, en el
Conurbano, donde me levanto al otro día, tarde, y mientras preparo el mate se
corta la luz, porque somos del Tercer Mundo, Bridget, tenemos problemas
energéticos, problemas de laburo, problemas sociales, cosas que en Londres
no-su-ce-den. Un linyera en Londres es pintón, con su botella envuelta en papel
madera. Glamour. Los linyeras posta los tenemos nosotros, sabés.
No hay punto de comparación. Estás triste en Londres, no
sabés que hacer, de repente se te ilumina la cabeza y decís en voz alta: “Me
voy a París”. ¡Lo tenés ahí nomás, hija de puta! Te tomás el tren y te vas a
hacer selfies tristes en el Sena, te hacés un paseíto bajón a la Torre Eiffel,
te metés en el café más cálido del mundo… Disculpame, Bridget, pero un fracaso
amoroso en Europa es moco de pavo -no desgranes esa frase, es un argentinismo
que no comprendemos en su sentido literal, pero es como decir, es una pavada,
es para cualquiera-. Yo no sé si irme a caminar por este romántico paisaje de
gomerías y talleres mecánicos, si tomarme el 406 e ir a la romántica calle
Arieta repleta de hermanos conurbanos haciendo las estresantes compras de fin
de año, o si tomarme el tren –cuando digo “tren” imaginate algo muy muy
distinto a sus trenes- a Parque Patricios a ver “que onda”.
Bridget estoy llegando a los 30 y jamás pensé que te iba
a superar. Aparte, ¡tenés una segunda parte! Donde viajás por trabajo a un lugar
paradisíaco y tu ex y tu actual se pelean por vos… o sea… creo que a lo largo
de este fino relato voy pensando que ya no merecés el mote de Bridget Jones en
su sentido vivencial. En esa segunda parte caés presa, pero salís… es hora que
nos dejes a nosotras ese diario rojizo. Acumulamos en cuadernos viejos los
desplantes, los abandonos, los “quiero que terminemos”, y somos testigos de sus
vidas rehechas, porque encima tu posmodernidad y tu ser “progre” galopante te
hacen conservarlos en las redes sociales y ves cuando nacen sus hijos, te
emocionás con los comentarios, quizás en algún momento pensás que ese hijo
debería ser tuyo, pero vos tenés el propio (ahh viste Bridget, estás totalmente
fuera de juego), fruto de una relación que no funcionó, engordando los
cuadernos de fracasos amorosos conurbanos…
Europa tiene muchas deudas históricas con América Latina.
Tu diario, Bridget Jones, es una de ellas. Porque sabemos que los finales
felices te los quedaste todos vos y tus colegas hoollywodenses; a nosotras nos
dejaron resignaciones, “nos quedamos por los chicos”, “son muchos años y no
puedo patear el tablero”, que la estabilidad mental, económica, la casa y el
Puerto de Frutos. Y las que vivimos pateando el tablero, o nos patean el
tablero… Sea como sea no tenemos finales felices.
Claro que hay excepciones. Son esos puntos blancos en
cartulinas negras, esa gente estable, feliz, casada, que viaja, que va y viene,
que encima lo publica en 200 fotos que por algún extraño motivo vos te quedás mirando... Esa
gente debería vivir en Londres, o pasarnos la puta receta o el número del
psicólogo o algo…
Mientras tanto, volcamos tres décadas de fracasos
amorosos en mates lavados, sin luz y sin señal –la misma que te cagó la cita-;
planificamos la reparación histórica del Diario de Bridget Jones, la
redistribución de finales felices y ya no cometeremos los mismos errores,
siempre tendremos nuevos. Somos Bridget’s evolucionadas buscando un poco de
equidad en nuestros guiones. Porque sí, encima todavía tenemos esperanzas…
Bridget’s del mundo, UNÍOS!
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